LA MARCA MÁS CHINGONA DEL MUNDO

Este año Infección Visual cumplirá 10 años de hacer consultorías visuales y yo llevaré unos 13 años de andar haciendo lo que no podré dejar de hacer jamás que es diseñar. Durante este tiempo me he topado con cualquier cantidad de clientes, desde el que respeta tu chamba hasta el que te agarra de su albañil para construir una casa que sabes con certeza que se va a caer porque te pidió que las paredes fueran inclinadas.

En todos los proyectos que desarrollamos siempre pienso lo mismo "Porqué no tratas tu marca como si fuera una persona". Esto tiene una explicación muy sencilla porque me cae que las cosas que le hacen a una marca no se las harían a una persona, por ejemplo, si llevas a tu chava a un evento de etiqueta rigurosa no le vas a pedir que lleve un vestido amarillo fosforescente con puntos rosa mexicano con la justificación de que quieres que llame la atención. No... ni madres, tu chava no necesita ponerse un florero en la cabeza, ni llevar unos tacones con neón para que la volteen a ver. Un buen vestido negro con unos aretes sencillos pero mamones junto con un peinado cabrón es suficiente para lograr el objetivo. Lo mismo pasa con una marca, para qué disfrazar un producto de colores que no son los que les corresponden con el fin de que brinque del anaquel y caiga por arte de magia en las manos del consumidor.

Imagínate que desde chiquito decidiste que ibas a ser un punk chingón, estoperoles, clavos, botas madreadas, chaleco con cualquier cantidad de incrustaciones de objetos punzocortantes, pelo parado de colores, tatuajes y piercings por todos los agujeros que te puedas imaginar. En la cuadra todos te conocen como "El Renton" y hasta te piden que les prestes tus discos de los Sex Pistols, pero un día tu jefe te dice, "A ver pinche Renton, no entra a esta casa hasta que se quite todas esas chingaderas y se vista como alguien normal" entonces cambias todas esas cosas que te colgabas por unos pantalones de vestir, mocasines y suéter de rombos, pero como tu jefa no soporta el look de tarado decide que mejor uses traje y zapatos de vestir para que te veas como galán de telenovela y las viejas mamonas se derritan por ti, pero después conoces a una vieja hipster que te cambia tu ropita nice por un look hippie con lentes de nerd.

A poco no son chingaderas, de entrada todas estas decisiones no las tomaste tú, alguien más te está vistiendo como a ellos les gusta vestirse, tú te sientes como que no encajas en ningún lado mientras que todos los que te conocían por ser el punk más cabrón de la cuadra ya no saben ni como decirte y mucho menos te van a regresar tus discos de los Pistols por que creen que ahora escuchas algún género musical nuevo. Lo encabronante es que en el fondo sigues siendo el pinche Renton y el problema es que ya nadie te ve así y aunque vuelvas a desenpolvar tus chingaderas, el daño ya se hizo y por más ganas que le pongas ya no vas a ser el punk que algún día fuiste.

Exactamente lo mismo pasa con las marcas, un día a alguien se le ocurre que su color debe ser azul, al día siguiente morado y luego rosa, mientras otra persona decide cambiar el slogan para ir ampliando el segmento de mercado el cual otro cuate está terminando de definir pero no puede terminar porque hay un equipo de 10 personas que están tomando decisiones de ver si la marca se sigue llamando así o le cambian el nombre, fuera de que un selecto equipo de Diseñadores Suizos ya fueron seleccionados para trabajar en el logotipo que ha sido modificado 5 veces en los últimos 3 años.

Si el camino de una marca es ser el punk más chingón del mundo vamos a buscar los estoperoles más brillosos, los clavos más filosos y las botas más madreadas que encontremos, pero en el camino no pretendamos cambiar la esencia de una marca porque cuando se pierde una identidad esta no se recuperará jamás.